jueves, 18 de abril de 2013

LA LEYENDA DEL DRAGON ROJO


Hace muchos, muchos años…………



En un tiempo muy remoto, en la comarca del río Andarax, nuestros pueblos comenzaron a formarse lentamente. Con las guerras que se libraban en el norte muchos poblados se desplazaron al sur huyendo de la muerte y la desolación.




Nuestra tierra era fértil. El río tenía suficiente pesca, los bosques y alamedas abundante caza.  El paisaje estaba rodeado de frondosa vegetación.

Por todos lados las ricas y generosas aguas y los manantiales y lagunas hacían del valle un lugar ideal para vivir.



En los márgenes junto al Río o en los emplazamientos mas elevados y favorables, las aldeas y los pueblos ocupaban las tierras para cultivarlas aprovechando los abundantes recursos naturales.



En Padules, uno de los pueblos del Río Andarax vivía la familia del joven Bhen que ya de niño había destacado por su fuerza y valentía.



Bhen no tenia hermanos y desde que su padre murió se encargaba de cultivar la tierra y ayudar a su madre con el ganado. Era un hábil cazador y siempre que podía se adentraba en el bosque con su fiel perro pastor .



Su dominio de las armas y destreza en la lucha eran de sobra conocidas en toda la Comarca.



Una mañana, varios jinetes fuertemente armados se presentaron en el pueblo. Reclutaban jóvenes para la guerra. Cuando se presentaron en la casa de Bhen su madre rogó llorando a los soldados pero no pudo evitar que también se lo llevaran a la guerra.



Antes de partir su madre le entregó un amuleto con tierra del lugar que le vio nacer.

Bhen lo colgó de su cuello y consoló a su afligida madre.



Mientras se alejaba en su caballo observó aquel paisaje de palmeras, moreras y extensos secanos de trigo y cerrando los ojos quiso retenerlo como un sueño.



Pasaron los años y Bhen se hizo un temido guerrero. Combatía con valor y siempre al final de la lucha besaba aquel amuleto recordando a su familia y pensando siempre volver algún día a su pueblo.



Bhen cumplió veinte años y seguía combatiendo incansablemente al frente de un ejército que para atemorizar al enemigo llevaba al frente de sus fuerzas a un fiero León Rojo. Cuando se producían los combates la presencia del León Rojo y su fuerza bestial provocaba la huida y el terror facilitando siempre las victorias.



Después de cada combate Bhen siempre se acercaba a la jaula donde estaba el León para observarlo. Aquella mirada triste del León le recordaba a su perro y no podía evitar un sentimiento de lástima al verlo encerrado sin apenas poder moverse con aquellas pesadas cadenas.



Una noche después de alimentar al León dejaron por descuido la puerta de la jaula abierta. Al amanecer, los soldados contemplaban como si de un espectáculo se tratara aquella escena del León Rojo fuera de la jaula y recostado mansamente a la entrada de la tienda de Bhen

Desde aquella noche y con el paso de los años Bhen y el León llegaron a tenerse mutuo cariño.



En una de las batallas, el ejercito de Bhen luchaba sin tregua contra un enemigo muy superior en número cuando vió que su fiel amigo el León Rojo era rodeado por varios guerreros que con sus lanzas y redes querían reducirlo mientras varios arqueros tensaban sus arcos para abatirlo. Bhen acudió en su ayuda interponiéndose a las flechas que le hirieron mortalmente. El León rugió como un huracán desatando tal furia que sus fieros zarpazos hicieron huir al enemigo. (Lamiendo sus heridas) fue a descansar junto a Bhen que antes de morir besó por última vez su amuleto colgándolo de las cadenas que rodeaban el cuello del León.


Como un sueño pasaron por última vez ante sus ojos aquellas imágenes cuidadosamente guardadas junto al rebaño, arando la tierra, pescando en arroyos cristalinos y cazando en las montañas junto a su perro. Bhen apoyó su cabeza en el suave pelaje del León y durmió para siempre.


Durante muchos años el León Rojo desconcertado y abatido recorrió sin descanso de norte a sur mil lugares. Su viaje por ríos y montes alejados de la civilización llevaron al León Rojo hasta el pueblo donde nació Bhen. Contemplando aquel paisaje y como si hubiese llegado al final del camino cumpliendo el deseo de Bhen, el León Rojo buscó refugio para descansar. La fantástica Leyenda de un León Rojo en las montañas creció entre los pastores del lugar. 
 

Se cuenta que ni soldados ni ejércitos volvieron a realizar incursiones por nuestra Comarca donde a partir de entonces reinó la paz para siempre. Con el paso del tiempo el León Rojo se convirtió en el símbolo de nuestro pueblo (Padules). 
 

La historia de Bhen y el León Rojo se convirtió en leyenda y aunque nadie vio nunca al León su espíritu permanece refugiado en las montañas como fiel guardián y defensor de las gentes de nuestro Valle. Por eso el león rojo es el escudo de Padules. 
 
 
 
Esta leyenda nos la cuenta Rosa Miranda y Paula Luque en colaboración con Juan de Dios Ferre.

1 comentario:

  1. Moy bonito el relato. Felicidades a sus autoras y a su mentor Juan de Dios.

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