Hace
muchos, muchos años…………
En un tiempo muy remoto, en la comarca del río Andarax, nuestros
pueblos comenzaron a formarse lentamente. Con
las guerras que se libraban en el norte muchos poblados se
desplazaron al sur huyendo de la muerte y la desolación.
Nuestra
tierra era fértil. El río tenía suficiente pesca, los bosques y
alamedas abundante caza. El paisaje estaba rodeado de frondosa
vegetación.
Por
todos lados las ricas y generosas aguas y los manantiales y lagunas
hacían del valle un lugar ideal para vivir.
En
los márgenes junto al Río o en los emplazamientos mas elevados y
favorables, las aldeas y los pueblos ocupaban las tierras para
cultivarlas aprovechando los abundantes recursos naturales.
En
Padules, uno de los pueblos del Río Andarax vivía la familia del
joven Bhen que ya de niño había destacado por su fuerza y valentía.
Bhen
no tenia hermanos y desde que su padre murió se encargaba de
cultivar la tierra y ayudar a su madre con el ganado. Era un hábil
cazador y siempre que podía se adentraba en el bosque con su fiel
perro pastor .
Su
dominio de las armas y destreza en la lucha eran de sobra conocidas
en toda la Comarca.
Una
mañana, varios jinetes fuertemente armados se presentaron en el
pueblo. Reclutaban jóvenes para la guerra. Cuando se presentaron
en la casa de Bhen su madre rogó llorando a los soldados pero no
pudo evitar que también se lo llevaran a la guerra.
Antes
de partir su madre le entregó un amuleto con tierra del lugar que le
vio nacer.
Bhen
lo colgó de su cuello y consoló a su afligida madre.
Mientras
se alejaba en su caballo observó aquel paisaje de palmeras,
moreras y extensos secanos de trigo y cerrando los ojos quiso
retenerlo como un sueño.
Pasaron
los años y Bhen se hizo un temido guerrero. Combatía con valor y
siempre al final de la lucha
besaba
aquel amuleto recordando a su familia y pensando siempre volver
algún día a su pueblo.
Bhen
cumplió veinte años y seguía combatiendo incansablemente al
frente de un ejército que para atemorizar al enemigo llevaba al
frente de sus fuerzas a un fiero León Rojo. Cuando se producían
los combates la presencia del León Rojo y su fuerza bestial
provocaba la huida y el terror facilitando siempre las victorias.
Después
de cada combate Bhen siempre se acercaba a la jaula donde estaba el
León para observarlo. Aquella mirada triste del León le recordaba
a su perro y no podía evitar un sentimiento de lástima al verlo
encerrado sin apenas poder moverse con aquellas pesadas cadenas.
Una
noche después de alimentar al León dejaron por descuido la puerta
de la jaula abierta. Al amanecer, los soldados contemplaban como si
de un espectáculo se tratara aquella escena del León Rojo fuera de
la jaula y recostado mansamente a la entrada de la tienda de Bhen
Desde
aquella noche y con el paso de los años Bhen y el León llegaron
a tenerse mutuo cariño.
En
una de las batallas, el ejercito de Bhen luchaba sin tregua contra
un enemigo muy superior en número cuando vió que su fiel amigo el
León Rojo era rodeado por varios guerreros que con sus lanzas y
redes querían reducirlo mientras varios arqueros tensaban sus arcos
para abatirlo. Bhen acudió en su ayuda interponiéndose a las
flechas que le hirieron mortalmente. El León rugió como un huracán
desatando tal furia que sus fieros zarpazos hicieron huir al
enemigo. (Lamiendo sus heridas) fue a descansar junto a Bhen que
antes de morir besó por última vez su amuleto colgándolo de las
cadenas que rodeaban el cuello del León.
Como
un sueño pasaron por última vez ante sus ojos aquellas imágenes
cuidadosamente guardadas junto al rebaño, arando la tierra, pescando
en arroyos cristalinos y cazando en las montañas junto a su perro.
Bhen apoyó su cabeza en el suave pelaje del León y durmió para
siempre.
Durante
muchos años el León Rojo desconcertado y abatido recorrió sin
descanso de norte a sur mil lugares. Su viaje por ríos y montes
alejados de la civilización llevaron al León Rojo hasta el pueblo
donde nació Bhen. Contemplando aquel paisaje y como si hubiese
llegado al final del camino cumpliendo el deseo de Bhen, el León
Rojo buscó refugio para descansar. La fantástica Leyenda de un
León Rojo en las montañas creció entre los pastores del lugar.
Se
cuenta que ni soldados ni ejércitos volvieron a realizar incursiones
por nuestra Comarca donde a partir de entonces reinó la paz para
siempre. Con el paso del tiempo el León Rojo se convirtió en el
símbolo de nuestro pueblo (Padules).
La
historia de Bhen y el León Rojo se convirtió en leyenda y aunque
nadie vio nunca al León su espíritu permanece refugiado en las
montañas como fiel guardián y defensor de las gentes de nuestro
Valle. Por eso el león rojo es el escudo de Padules.
Esta leyenda nos la cuenta Rosa Miranda y Paula Luque en colaboración con Juan de Dios Ferre.
Moy bonito el relato. Felicidades a sus autoras y a su mentor Juan de Dios.
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